Calderón perdió la batalla política

 

 

Rigoberto Lorence

Las declaraciones de Roberta Jacobson, exembajadora de USA en México a la revista “Proceso” sobre que “Calderón sí sabía” de las relaciones de Genaro García Luna con el crimen organizado, han abierto de nuevo el debate político sobre el tema, pero en el fondo no aportan nada nuevo para esclarecer el asunto en el ámbito legal.

 

En realidad, la gestión de gobierno de Calderón ya había sufrido varias derrotas políticas, al menos desde el triunfo de AMLO en las elecciones de 2018. Después, se produjo el encarcelamiento de García Luna por alguaciles de USA y su inminente proceso judicial, han sellado para siempre su derrota.

 

Cualquier dirigente político en sus cabales, con un mediano sentido de la dignidad personal, ya hubiera aceptado su responsabilidad política en el asunto. Si FeCal no sabía de las andanzas de García Luna con relación a los criminales, el simple hecho de no haberse informado directamente para confirmar los rumores, lo hace plenamente responsable por omitir esos datos en la conducción de su política de seguridad pública.

 

Esos rumores, por cierto, fueron confirmados posteriormente por policías de USA. En todo caso, Calderón tiene claramente una responsabilidad política por omisión, ya que él era responsable constitucional de la conducción de la política nacional.

 

La responsabilidad legal del expresidente es la que está por definirse. La justicia mexicana no lo ha perseguido por las razones políticas aducidas por AMLO. Pero la justicia de USA no tiene motivos para detenerse. Y lo hará con toda seguridad. Pronto podremos presenciar de nuevo las imputaciones de la fiscalía, a través de las declaraciones de los testigos protegidos. (Si García Luna no llega a un acuerdo antes con las autoridades judiciales de USA, y comienza a aportar informes de una dimensión mayor).

 

Por lo pronto, Calderón ya ha recibido la sanción política de la historia y del pueblo mexicano por su conducta. Si hay algún personaje de la derecha que levante ámpula, se llama Felipe y se apellida Calderón. Panista e hijo de panistas distinguidos, hoy se desenvuelve en un partido que tiene pocos militantes pero muchos adversarios: México Libre.

 

Los columnistas más prestigiosos del país recuerdan durante estos días la época en que el general Tomás Ángeles Dauahare entregó gruesos legajos a FeCal, siendo presidente electo, con documentos que contenían las pruebas y los indicios de la conducta delictiva de García Luna. FeCal no hizo caso de la denuncia, y el general Ángeles Dauahare fue procesado con base en imputaciones de un testigo protegido de la inefable PGR. Lo mismo sucedió con otros denunciantes.

 

El dicho popular dice que “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Es el caso de Calderón. Acusaciones y testimonios contra García Luna hubo, y muchos. Pero FeCal nunca quiso oírlos, ni leerlos, ni hacerles caso. Vaya, ni siquiera ordenó la más leve investigación contra su secretario de Seguridad Pública.

 

Calderón nunca entendió la diferencia entre ser Presidente de la República y ser jefe de una pandilla. Su conducta facciosa al frente de las instituciones nacionales así nos lo hizo ver. Siempre obró con conocimiento de causa, sostuvo a García Luna en su cargo contra viento y marea.

 

Por ejemplo: ¿nunca oyó Calderón las tronantes denuncias hechas por el aguerrido diputado Gerardo Fernández Noroña formuladas en el Congreso de la Unión, en presencia del propio denunciado? Parece que tan solo fueron tragos amargos para los dos funcionarios, algo así como el precio que debían pagar por simular el combate a la delincuencia organizada.

 

Calderón se movió durante su gestión (2006-2012) en un contexto de repudio general de la población contra el atraco electoral que lo llevó a la Presidencia. Multitudes iracundas se oponían a su política. Más de la mitad de la población estaba enfurecida con su figura, y más aún cuando le veían la banda tricolor ceñida al pecho.

 

FeCal tomó entonces una decisión temeraria. Sin medir las fuerzas en conflicto ni conocer el campo de batalla, se lanzó a una guerra contra los criminales tratando de galvanizar la voluntad popular en torno a su propia figura, como supuesta encarnación de la batalla contra el enemigo infernal que hiere y lastima a toda la población.

 

(Lo mismo habían hecho en 1982 los militares argentinos que masacraron a las guerrillas urbanas internas; los milicos de ese país tenían en contra a la población. Lanzaron entonces una guerra temeraria contra Inglaterra enarbolando la cuestión de Las Malvinas. La armada y la aviación británicas, apoyadas por Chile y USA, les propinaron la más estrepitosa derrota. Tras el fracaso de Las Malvinas, el régimen militar se desplomó, herido de muerte, por la doble derrota ante el pueblo y ante el enemigo inglés).

 

Lo mismo le pasó a Calderón. Derrotado por AMLO en las elecciones de 2006, hizo fraude y consiguió el ansiado puesto. Y ante el rechazo de la población, realizó una maniobra diversionista para confundir a la gente del común. Y sin ninguna reflexión, de manera apresurada, lanzó su guerra.

 

Pero como México no puede hacer una guerra contra USA, contra Cuba y ni siquiera contra Guatemala, Calderón se lanzó contra el crimen organizado. Pero lo hizo sin calcular riesgos, con el solo objetivo de militarizar al país. Los grupos delincuenciales se multiplicaron, y hasta la fecha, a más de 10 años, seguimos pagando los errores políticos derivados de tan funesta decisión.

 

La actitud de Calderón como político tozudo ha continuado. No mide sus fuerzas. Cuando se iniciaba el gobierno de AMLO, Vicente Fox, al sentir que el suelo político se le movía, reculó y se alejó del escenario, mientras el otro expresidente panista optó por lanzarse al ruedo, al debate, a armar conflictos por cualquier cosa, incluyendo temas que hasta ese momento le eran ajenos por completo, como el movimiento feminista, proaborto y enemigo de las tesis panistas emanadas del catolicismo más conservador.

 

Con motivo de las declaraciones de Jacobson, en Twitter se formaron el 2 de mayo hasta 7 tendencias con diversos hashtags, exigiendo aclaración del tema por parte del Felipe Calderón. Al día siguiente, por fin FCH envió una carta aclaratoria al director de Proceso, en la que básicamente repite lo mismo de siempre. Yo no sabía, dijo en esencia, y si hubiera sabido, no hubiera permitido que alguien así permaneciera en el gobierno.

 

En realidad, la exembajadora Jacobson está deslindando al grupo de Barack Obama de toda responsabilidad en el tema. En USA se aproximan las elecciones, y el grupo de Obama, aliado del virtual candidato demócrata Joe Biden, quiere prevenirse de las acusaciones que se les puedan formular dentro del inminente juicio de García Luna. En los hechos, tanto García Luna como su exjefe ya perdieron la última línea de defensa en el terreno diplomático.

 

Las aspiraciones políticas de Calderón consisten básicamente en llegar a un cargo de elección popular con su nuevo partido, constituir una fracción parlamentaria y desde ahí proyectar su figura hacia una posible nueva candidatura presidencial. Es experto en el tema. Por eso, las revelaciones de Jacobson se le atraviesan en el camino de modo que le dificultan cumplir sus planes.

 

Fecal recibió en este episodio un nuevo empujón hacia su enjuiciamiento. No importa si es aquí o en USA. Pero es saludable que suceda. Sería un paso más en la dirección correcta: Nunca más se debe permitir que los corruptos y criminales tengan espacios de mando en nuestra sociedad, y debemos ponerlos en el lugar que se merecen.

 

Por cierto: toda la prensa tradicional ocultó la noticia de las afirmaciones de Roberta Jacobson contra Calderón. López Dóriga dio a conocer la respuesta de éste, sin haber informado de lo publicado en Proceso. Como en los mejores tiempos de GDO…

 

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

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