EL OPTIMISMO DE PEÑA NIETO

 

 

Gerardo Fernández Casanova

Al inaugurar el canal 27 de enero me imaginé que Peña Nieto al fin daba un paso en el sentido correcto de aceptar a las radios y televisoras comunitarias; craso error, se trató de un canal pero de riego con título de fecha que ni idea tenemos de que signifique. Lo significativo fue que el dicho canal fue destruido en alguno de los huracanes de hace varios años y que, por fin se inauguraba. No faltaron los siempre observadores usuarios del servicio de dicho canal para aguar la fiesta y señalar que estaba sin terminar, que estaba hecho con notorios defectos y materiales de pésima calidad. Lo bueno es que Peña ya sabe que no le aplauden y que quienes se  quejaron son simples profesionales de la protesta, por lo que no los toma en cuenta ni los escucha; menos aún afectan a su amplia sonrisa que hace gala del optimismo con que, dice, se contemplan las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) que comenzarán el próximo 19 de agosto.

 

Me adelanto a la declaración oficial del 20 de agosto, o de la fecha posterior al cierre de las negociaciones: “¡Albricias, mexicanos! Ya renegociamos el tratado y salimos ganando; a partir de hoy vamos a comenzar a desmantelar esas ruidosas y esperpénticas estructuras en que se explotaba la mano de obra nacional: las nefastas maquiladoras y la muy nociva industria automotriz; además hemos logrado que se mejore de manera significativa la nutrición de nuestro pueblo al aumentar la importación de alimentos de alto contenido en vitaminas”. “Por eso siempre fuimos optimistas y firmes ante el presidente Trump que ha quedado convencido de que los mexicanos somos sus verdaderos amigos; un real avance en nuestro proyecto de desarrollo”. Así o algo por el estilo es lo que declarará Peña Nieto ya muy de cara a las elecciones de 2018.

 

No encuentro la razón del optimismo, más me parece fatuidad para engañar a los fatuos (si Ud. ignora el significado de fatuo, búsquelo en torno al término necio o pendejo). El Sr. Trump ha sido más que claro en fijar su postura de que, para él, lo importante es la recuperación de los empleos arrebatados por los mexicanos gracias al nefasto tratado (según sus y también mis palabras). Por más que quieran adornarlo el nuevo TLC será, para los mexicanos, aún más nefasto que el vigente, lo que ya es decir mucho. Se junta el hambre con las ganas de comer: el dogmatismo neoliberal de la tecnocracia en el poder, con su facilidad para entregar las…. riquezas del país a los gringos; además de que llega a ese episodio en las condiciones de mayor debilidad de toda la historia de presidentes mexicanos. En estas condiciones nada bueno podemos esperar.

 

Lo malo del caso es que la protesta social apenas se manifiesta; salvo las organizaciones campesinas independientes que reclaman la salida de los productos del campo de todo el tratado, de los demás no se sabe nada. Ahora los perjudicados van a ser los trabajadores urbanos y sus sindicatos debiesen estar en pie de lucha en defensa de sus legítimos intereses; pero nadie dice “esta boca es mía”; están  acalambrados o dormidos. Así seguirá el país destruyéndose a pasos agigantados y, tal vez, luego surjan las manifestaciones de protesta, a toro pasado.

 

Los partidos y sus bancadas en el Congreso también guardan sospechoso silencio; si acaso alguna tenue advertencia de Andrés Manuel López Obrador. Parece que todos están guardando sus cartas de advertencia para luego tener qué achacarle al gobierno; o bien, están guardándose de no mostrar una actitud anti yanqui, por aquello de que no les endilguen algún parecido con Hugo Chávez o con Fidel Castro, ambos brillantes referentes del latino americanismo emancipador. Otros sólo se sobarán las manos ante la expectativa de nuevas formas de negocios con cargo al bienestar de los mexicanos. Para algunos más, el tema los rebasa en su consuetudinaria estulticia (léase estupidez).

 

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