La inseguridad es una realidad

 

 

José Luis Urióstegui Salgado.

 

Cuernavaca, Morelos, julio 5 de 2015.

Ante la ola de violencia que vivimos en la entidad, la pregunta que todos nos hacemos y, principalmente deseamos que quienes la respondan sean las autoridades, es ¿Cómo parar la inseguridad? ¿Cómo lograr índices de tranquilidad para las personas que residen, visitan o pasan por el territorio morelense?

 

En respuestas simples y sencillas podemos resolver los factores que inciden en ella: si la inseguridad existe porque no hay policiales suficientes, se deben contratar más; si hay policías suficientes pero no están debidamente capacitados, debe capacitárseles para lograr el nivel óptimo de conocimientos, aptitudes y capacidades para enfrentar la delincuencia; si no hay la tecnología necesaria, hay que adquirir la más moderna y eficiente; si no se cuenta con una base de datos para la prevención de conductas ilícitas, hay que integrarla con la más amplia información posible; si no cuentan con el armamento adecuado, hay que comprarlo y asignarlo a quien lo requiera; si no existen vehículos para el traslado de los elementos, hay que comprarlos; si la sociedad no está participando en la prevención, hay que convencerla de participar y asignarle tareas concretas. Quizás, a diferencia de quienes deben tomar las decisiones, para quien no tiene la responsabilidad de abatir la inseguridad, los problemas y sus soluciones sean evidentes.

 

En la actualidad, en todo el Estado de Morelos hay menos policías uniformados que hace cinco años, hay menos patrullaje, prevención y disuasión que hace diez años y los resultados son menos notorios. Se ha invertido en tecnología pero no es suficiente. Se presumen logros a través de medios de comunicación que no coinciden con lo que la gente observa en la calle y sus comunidades. Hay una brecha de comunicación entre autoridades y sociedad que se aprovecha por la delincuencia. Entre más se niegue la autoridad a aceptar la realidad, más se aleja de la sociedad y menos se denuncia provocando que el número de carpetas de investigación decrezca y eso se tome por la autoridad como disminución delictiva. Así no se puede alcanzar un resultado favorable para la sociedad.

 

Otro factor adicional que repercute en la inseguridad es la improvisación de muchas personas que desempeñan cargos de alta jerarquía y que carecen de los conocimientos elementales para resolver los problemas, por tanto, desconocen la realidad y, consecuentemente, no pueden lograr su transformación o conociéndola carecen de conocimientos para modificarla, haciéndose presente el Principio de Peter, que dice: “…las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia…”, dándose el caso que también alcanzan el Corolario de Peter, que señala: “… Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones…” (El Principio de Peter, de Laurence J. Peter y Raymond Hull), pues alcanzan su nivel de incompetencia y a partir de ese momento dejan de ser útiles a la sociedad. En esta situación, el principio del cambio tendría que ver con la sustitución de personas incompetentes por quienes si tengan la competencia integral para desarrollar las actividades que tiene asignadas el puesto.

 

Basado en un análisis de datos estadísticos sobre crecimiento poblacional, fortalecimiento de las bandas delincuenciales, deficiencias e ineficiencia policial y desencanto social, puedo aventurar que si las cosas siguen como van, sin que las autoridades hagan algo, empeorará la situación y no habrá tregua en por lo menos diez o quince años, caso contrario, si el estado mexicano, incluyendo entidades y municipios, apuesta todo a la prevención, a la educación, al trabajo,  a la cultura, se podrá frenar y revertir el statu quo en un promedio de cinco años a diez años, siempre que haya programas idóneos, medición de resultados y mucha constancia.

 

 

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