La izquierda le dio hasta para llevar al PRIAN

 

 

J. Rigoberto Lorence

Los más agudos comentarios acerca de la supuesta victoria del PAN y sus aliados en las elecciones de 6 de junio, han venido de las propias filas panistas. Manuel Clouthier, hijo del Maquío y hermano de Tatiana, recién escribió que Morena “le dio hasta para llevar” a su partido, y que ningún presidente de la República había tenido tanto éxito en elecciones intermedias desde 1991, en referencia al periodo de Carlos Salinas.

 

Gustavo Madero –aliado del gobernador panista de Chihuahua, Javier Corral– por su parte llamó a la cordura al líder de su partido, Marko Cortés, quien había hecho alarde de sus “victorias”; Madero expresó que “no hay nada que celebrar”, pues Morena y aliados tendrán 275 legisladores federales, y el partido de AMLO y aliados arrasaron en 11 estados. Otra crítica provino de Damián Zepeda –aspirante a la dirigencia del PAN– quien dijo que se deben reconocer las derrotas: “No sé qué película vieron”, expresó.

 

En efecto: es difícil hablar de victoria si el PAN perdió al menos 3 gubernaturas en la jornada del 6 de junio: las de Baja California sur, Nayarit –a manos de Morena– y Nuevo León ante el candidato de Movimiento Ciudadano. Además, el partido blanquiazul no consiguió la mayoría de la Cámara de Diputados federal –su objetivo político declarado—y perdió el control del congreso local de Tamaulipas.  

 

Los resultados de la jornada comicial del 6 de junio arrojan, por el contrario, una clara victoria de la coalición de izquierda. Ganó directamente en 11 de las 15 gubernaturas en disputa, más la de San Luis Potosí obtenida por la coalición PVEM-PT; conservó la mayoría simple en el Congreso federal y aniquiló prácticamente al PRI en términos territoriales, al derrotarlo en 8 estados, incluyendo Campeche, feudo de Alejandro Moreno “Alito”, su dirigente.

 

Por si fuera poco, la coalición de izquierda ganó –por sí o por alguno de sus partidos en lo individual— la mayoría en los congresos locales de 18 estados (el de Quintana Roo no estaba en disputa). Ganó incluso los congresos estatales de Hidalgo –tradicional bastión priísta—y Oaxaca. De hecho, tan solo escaparon de esta avalancha los congresos locales de 13 estados, ubicados principalmente en el Bajío (Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes) y en el norte (Durango, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, etc.) además de Yucatán.

 

En adelante la izquierda gobernará en 18 entidades, más de la mitad del país, con más de 44 millones de habitantes, y espacio donde se ubican grandes centros turísticos, industriales y agrícolas. Toda la costa mexicana del Pacífico se adhirió a la izquierda, desde Los Cabos hasta Acapulco, pasando por los puertos del mar de Cortés, Mazatlán e Ixtapa-Zihuatanejo. El Golfo de México también será parte del proyecto de transformación, desde Tuxpan hasta Campeche. De este proceso solo va quedando Yucatán un poco al margen.

 

Las ciudades más grandes, incluyendo la capital del país, también siguen formando parte de la transformación; las capitales de los estados que se ganaron y la mayoría de las ciudades fronterizas, desde Tecate hasta Reynosa, donde se ganaron los distritos federales, pasando por Tijuana, Mexicali, Nogales y Ciudad Juárez.

 

Por cuanto a las capitales de los estados, Morena y aliados gobernarán Mexicali, La Paz, Tuxtla Gutiérrez, Chilpancingo, Tepic, Oaxaca, Othón P. Blanco (Chetumal)Culiacán, Villahermosa, Ciudad Victoria, Tlaxcala, Jalapa y Zacatecas. Las ciudades grandes que perdió la izquierda son Puebla, Monterrey y Guadalajara con su zona conurbada. En estas dos últimas, los vencedores fueron los candidatos de Movimiento Ciudadano (MC). El “voto de castigo” contra Morena y sus aliados se presentó principalmente en la Ciudad de México y zona metropolitana, donde el PRI y el PAN pudieron recuperar algunas posiciones políticas en diversas alcaldías.

 

El desempeño electoral de los partidos políticos de derecha en la pasada campaña fue bastante pobre: el PRI, por ejemplo, perdió 8 de las 12 entidades que gobernaba. El PAN perdió la gubernatura de Nuevo León a manos de Movimiento Ciudadano (MC) cuyo candidato fue el intrascendente Samuel García, cuyo concepto del trabajo humano se constriñe a sus experiencias en un campo de golf.

 

Por cierto: Samuel García enfrentará de inmediato un alud de procesos judiciales, la mayoría relacionadas con uso irregular de los fondos de campaña, y a nivel federal le espera la investigación judicial por sus actividades relacionadas con lavado de dinero y nexos con la delincuencia organizada.

 

Por si fuera poco, el nuevo gobernador emecista, en caso de sortear los obstáculos y llegar al poder, solo contará con el respaldo del periódico “El Norte” y los intereses que representa, más no con el apoyo de ninguno de sus compañeros de partido en el congreso estatal. Lo que pudiera logar en términos de gobernabilidad sería con base en negociaciones permanentes con los grupos políticos en el congreso local. Si lo dejan llegar.

 

El PAN, por su lado, aumentó el número de sus legisladores en San Lázaro pero se quedó lejos de convertirse en la primera fuerza legislativa. Sus huestes apenas rebasan los 200 diputados. Los dirigentes panistas saben bien que al proclamar su victoria mienten de manera deliberada.

 

El PRD fue a la campaña como la cola de la coalición, como el invitado incómodo de la derecha, que no lo acepta plenamente por su origen plebeyo, aunque hace mucho tiempo el perredismo se haya desdibujado tanto en su ideología que, por tan solo mantener su precaria existencia, se doblega hoy ante la demanda de apoyar a sus enemigos históricos –PRI y PAN—y se atreva a postular a Margarita Zavala o a Gabriel Quadri, por mencionar a algunos impresentables, como sus candidatos a diputados federales.

 

La coalición Va por México, como colectividad, se convirtió en un organismo mentiroso y manipulador. Su objetivo declarado de ganar la mayoría en la Cámara de Diputados fue demasiado grande para las fuerzas que pudo reunir. Desde ese punto de vista su accionar fue una derrota, tomando en cuenta que, sin importar los avances conseguidos, al no conquistar el objetivo principal, no les queda más remedio que seguir haciendo el juego que vienen practicando desde diciembre de 2018: criticar todo, sabotear todo y confundir a todos, con tal de continuar con sus aspiraciones y proteger sus privilegios.

 

Por más esfuerzos que hayan hecho, no podrán poner sus manos sobre los presupuestos de egresos que se elaboren de este año hasta el 2024. La estrategia panista de golpeo y confrontación no le permite acercarse a negociar en serio algunas concesiones federales para las entidades que gobiernan. Dentro de su mentalidad no cabe más concepto que el moche y la transa, o sea las negociaciones legislativas que conllevan beneficios personales.

 

 

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

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