La sociedad incómoda

Gerardo Fernández Casanova

Gerardo Fernández Casanova

Ante el régimen depredador de Peña Nieto la sociedad se muestra cada vez más incómoda y, por su parte, al mismo sujeto la sociedad le resulta crecientemente incómoda. La represión toma vuelo y se quita la máscara para mostrar su verdadero rostro: cero tolerancia a la legítima inconformidad. El periodismo de investigación y denuncia, irremplazable ariete contra la corrupción, es sólo una de sus víctimas preferidas con asesinatos y desapariciones por doquier, amén de los castigos de silencio a quienes osan denunciar corruptelas como el de la famosa casa de la Gaviota o que desenmascaran y documentan las muestras de la putrefacción del sistema. No pueden concebirse la democracia y el combate a la corrupción carentes del acompañamiento de la prensa libre y honesta. Me sumo a las voces que reclaman protección y seguridad para el ejercicio periodístico crítico, incluida la del New York Times.

 

Lo que me es difícil de entender es que, no obstante la acumulación de agravios, la sociedad no alcanza a acumular suficiente incomodidad como para salir masivamente a la calle a protestar como, por ejemplo, lo hacen los brasileños y también por la corrupción. Lorenzo Meyer y Sergio Aguayo, ambos de todos mis respetos, en su programa Primer Plano del Canal Once del pasado lunes, comentaron el tema y concluyeron que los hermanos lusoparlantes tienen una mejor cultura cívica, en tanto que la nuestra está en pañales. Sin ánimo de enmendar la plana a tan autorizados comentaristas, me atrevo a señalar mi interpretación de la diferencia: si el régimen es de derecha  y alineado con los intereses del gran capital, no se registran las movilizaciones de protesta masiva, en tanto que, si tiene algún viso de progresista y emancipador, se le viene encima toda la parafernalia mediática y el fermento del golpismo ancestral latinoamericano.  Casualmente lo mismo sucede en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, con gobiernos de corte parecido en cuanto a su orientación social e independiente. También es sintomático que tanto en Colombia como en México, baluartes del neoliberalismo criollo, las protestas y las exigencias sean ocultadas y silenciadas por los medios de comunicación en manos de las correspondientes oligarquías. El editorial de La Jornada de este miércoles es por demás ilustrador al respecto, cuya lectura recomiendo en ahorro de tinta en este artículo.

 

Aprovecho el espacio ganado para referirme al prometedor despertar de la academia en lo que toca a la formulación de propuestas alternativas de desarrollo para México, a las que hice breve comentario la semana pasada. Por un lado, el Consejo Nacional de Universitarios por una Nueva Estrategia de Desarrollo, coordinado por José Luis Calva, con su documento titulado ¡Reconstruyamos Nuestra Nación! en el que participan investigadores de varias instituciones del país. Por el otro, el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, coordinado por Rolando Cordera Campos, con su Memorándum: México frente a la Crisis, firmado por un muy calificado conjunto de personalidades, Cuauhtémoc Cárdenas entre ellas, de origen centrado en la UNAM. También recomiendo su lectura, disponible en Internet y, además, redactados ambos en forma de fácil comprensión para quienes no somos especialistas. Destaco sólo algunos aspectos: ambos consideran insostenible el actual modelo neoliberal; ambos postulan una transición suave mediante el diálogo entre las fuerzas políticas; el primero formula un planteamiento de largo plazo, mientras que el segundo lo hace con carácter más inmediato; en ambos se soslaya el tema de la necesaria reforma política. Es por esta última carencia que la semana pasada me permití escribir que van dirigidas al éter.

 

Me es claro que es vital para el país el cambio del modelo y del sistema de desarrollo, pero más claro me resulta que no existe en quienes hoy detentan el poder la más mínima disposición para hacerlo; por el contrario, están empecinados y, francamente obligados, a mantenerlo. Digo obligados porque se hicieron del poder a base de garantizar a los que realmente mandan que darían continuidad al sistema que se repudia. Siendo, como son, así las cosas, la política no es asunto que pueda ser soslayado en cualquier propuesta de cambio de rumbo y es en esto donde se abren los más grandes interrogantes o, como dicen en mi pueblo, donde la puerca tuerce el rabo.

 

gerdez777@gmail.com

 

 

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