Reporte final de la subasta de un país

 

 

Gerardo Fernández Casanova

La transformación de la realidad de México vive momentos cruciales. Finalmente, después de un riguroso proceso de preparación, la Fiscalía General de la República (FGR) emprendió la campaña destinada a terminar con la impunidad de los delitos de corrupción que tan gravemente afectan la vida pública nacional. Es una especie de corte de caja de la subasta del país. Es obvio el desagrado de la vieja clase política, la subasta se suspendió súbita y sorpresivamente cuando aún quedaba mucho por seguir subastando, sin importarle el nivel de agravio acumulado en el ánimo del pueblo, quien decidió la cancelación inmediata de la fiesta de los patrones, los corrió de la casa de la que indebidamente se habían apropiado y ahora exige justicia y reparación del daño, no sin la desesperada defensa de los anteriormente privilegiados, cargada de las peores recetas aplicadas en los países hermanos de la América Nuestra que intentaron el camino de la justicia y la emancipación; recetas que buscan la desestabilización y el desprestigio del régimen liberador, mediante la una feroz campaña de medios y la destrucción de la economía para vencer la voluntad popular de respaldo al gobierno que haya osado atentar contra sus intereses.

 

Hay varias lecturas para tratar de entender el fenómeno en cuestión. Me interesa explicar su vertiente internacional por ser una de las de mayor influencia y, tal vez, de las menos comprendidas. Desde luego que los protagonistas de la tragedia fueron los corruptos actores mexicanos, formados y reclutados en las más prestigiadas universidades de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña, basílicas de la teología del libre mercado y la globalización enmarcada en el llamado neoliberalismo y el Consenso de Washington (WC por sus siglas en inglés y por el destino de sus resultados).

 

Previamente, los que resultaron triunfantes de la guerra fría se dispusieron a consolidar su hegemonía mundial mediante el dominio de las economías nacionales. Con el embargo petrolero por los productores (OPEP) generaron una abrumadora liquidez (petrodólares) que inundó de créditos con bajas tasas de interés para los países menos desarrollados y, principalmente para los potenciales productores independientes de petróleo. No importaba la viabilidad financiera de los proyectos a fondear, incluso se alentó la corrupción de los funcionarios receptores. El éxito en esta desaforada borrachera crediticia se concretó con la súbita elevación de intereses acompañada del desplome de los precios del petróleo y las materias primas, con lo que se inauguró la secuela de la crisis de la deuda externa por la incapacidad de pago de las economías embaucadas. Aquí también se inaugura el nuevo rol del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y sus métodos para reestructurar la deuda de los países, estableciendo las condiciones indispensables: congelamiento o reducción del costo de la mano de obra; privatización de los bienes públicos; estricta disciplina fiscal en detrimento de la inversión social (salud y educación) y severa reducción de la función de los estados en la economía, con apertura al libre mercado global.

 

Carlos Salinas de Gortari fue el alfil del gran capital para adoptar estas medidas. No importó que el pueblo lo rechazara en la votación, la elección ya estaba decidida desde antes y se procedió mediante el muy aceitado expediente del fraude electoral: ni modo que se dejara pasar la oportunidad. Ahí comenzó la subasta de los bienes nacionales en las que el subastador siempre resultaba ganador, con distintos nombres pero siempre con jugosa participación accionaria o en dinero. Había prisa por vender y por acumular carretonadas de billetes. Desde antes de tomar posesión, Salinas provocó la burbuja del mercado de valores y su posterior estallido, mediante la cual se formaron los capitales que después comprarían los bienes de la nación en la subasta de la traición a la patria.

 

La corrupción fue implantada e institucionalizada como razón de ser del gobierno. Hubo alternancia partidaria en el 2000, pero la orgía de la corrupción siguió cada vez de mayor dimensión y superior descaro. En una alternancia de salto atrás, el PRI regresó al poder y con Peña Nieto se derramó la corrupción para abarcar todo el ámbito de la gestión gubernamental. Para el anecdotario: el PRI operó contra la reforma energética de Calderón, misma que impulsó Peña Nieto; el PAN no podía ir en contra de lo que era su propio postulado, pero entonces extorsionó al PRI para que pagara por su voto favorable; par de miserables corruptos.  

 

Entre dimes y diretes, videos contra videos, el pueblo celebra jubiloso la debacle que pende sobre la cabeza de la vetusta claque política.

 

 

gerdez777@gmail.com

 

 

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