Resistencias

 

 

Gerardo Fernández Casanova

Tengo que confesar que escribir este artículo me ha costado varios insomnios. El tema de la protesta femenina –insoslayable en términos de opinión– reviste extrema dificultad, comenzando por ser masculino mi punto de vista, pero principalmente por la multitud de factores e intereses que implica; la inmensa variedad de actitudes que la conforman y las muy distintas conductas que la caracterizan. Es un error mayúsculo pretender generalizar en la materia, como también lo es en el caso del género masculino. Dicho lo anterior, destaco que considero aberrante la violencia de género contra la mujer y la ancestral discriminación en los roles que ambos géneros juegan, incluyendo desde la devaluación del rol de la mujer madre hasta el de la que trabaja en oficios y profesiones liberales, todas urgidas de una correcta y justa valorización, lo que hace mérito a la nutrida movilización femenil o feminista; sin duda que es un reclamo válido y congruente con la transformación afirmativa de la realidad. Saludo y respaldo la movilización y el paro del 8 y 9 de marzo.

 

En lo profundo del tema se está ante un conflicto propio de la terrible descomposición del tejido social, causa efectiva de la violencia, tanto la que lacera a la mujer como la de orden general en que predomina el homicidio; descomposición que, a su vez, encuentra origen en las relaciones de producción y consumo capitalistas. Desde las primeras fábricas textiles inglesas, en el siglo XVIII, se abrió el mercado laboral a las mujeres como instrumento para el abaratamiento de los costos, continuando con los periodos de guerras en que la mano de obra femenina tuvo que cubrir la ausencia de los soldados; la maternidad y la familia eran un obstáculo a vencer por la propaganda. En este proceso, la mujer se constituyó en factor de demanda; la tecnología se volcó sobre los aparatos facilitadores de las tareas domésticas, así como de un conjunto de bienes superfluos, incluidos los que subrayan la capacidad seductora llamados “sexi”. La culminación de la obra de la propaganda capitalista es la necesidad de que ambos miembros de la pareja trabajen para solventar el gasto familiar, incluyendo la educación privada de los hijos; los juguetes caros pero desechables y la comida chatarra, entre otras muchas expresiones consumistas. Así, el ejército laboral de reserva se mantiene y se fortalece en perjuicio del valor del trabajo en la formación de riqueza. El objetivo del pleno empleo fue una conquista socialista en los estados de bienestar surgidos en la posguerra, criminalmente destruidos por el neoliberalismo aún vigente aunque agonizante. No hubo resistencia suficiente.

 

En materia política la discriminación es de muy larga data, incluso en las sociedades culturalmente más avanzadas. El dominio del más fuerte era una expresión física en la que la mujer quedó siempre en desventaja, aunque también las había “más cabronas que bonitas”. El afán justiciero de la Revolución Mexicana tardó en manifestarse en lo tocante a la participación política de la mujer, incluida la presidencia de Lázaro Cárdenas, por la simple razón de que el voto femenino sería ganado por la reacción católica; Ruiz Cortines pudo otorgarlo cuando ya había una generación de mujeres formadas en escuelas públicas y con mentalidad revolucionaria. Hay que recordar que el poder revolucionario se tomó por las armas no por votos, de no ser así, el poder religioso seguiría mandando y sojuzgando  a la mujer, antes que a nadie.

 

Regresando al tema de la movilización y el paro, hay que reconocer que logró el inconcebible objetivo de reunir al más disímbolo conjunto de expresiones e intereses políticos; se hizo patente un feminismo sin adjetivos aunque no carente de intereses. Indudablemente el mayor reclamo tiene que ver con la seguridad y contra la violencia de género. Bajo ese enorme paraguas cupo de todo, desde las que afirman, con justeza, que la 4T es inconcebible sin las mujeres, hasta las que coreaban consignas chilenas contra el gobierno represor. El politólogo Sergio Aguayo se atrevió, con su toga de académico crítico, a decir que “el gran perdedor por la movilización sería López Obrador y la 4T” porque no supo subirse a la cresta de la ola y hacer suyas las demandas femeninas; la estulticia de Erasmo en su más clara expresión (léase estupidez supina, la de Aguayo) que ignora las trampas y cargas explosivas agazapadas o mañosamente escondidas bajo el manto feminista. El Presidente más respetuoso y promotor de los derechos de la mujer en la historia, resistió, supo procesar los acontecimientos de manera de propiciar su razón afirmativa transformadora y evitar los conflictos inherentes a tan heterogénea movilización.

¡Que viva la mujer pueblo!

 

 

gerdez777gmail.com

 

 

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