RICARDO VALERO, EL EMBAJADOR CAZADO

 

 

J.  Rigoberto Lorence

Ricardo Valero, notable dirigente de la izquierda nacional desde antes del 68, acaba de cometer un error grave, que pone en entredicho el presigio del servicio exterior mexicano, por lo cual fue destituido de su cargo, en un movimiento que coincide en el tiempo con la asunción de Alberto Fernández como presidente de la República Argentina.

 

Valero fue un dirigente político destacado por innumerables acciones en favor de la democracia en México. Fue líder estudiantil de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y después militante de la izquierda partidaria. Se afilió al PRD dentro del cual ocupó diversos cargos, y posteriormente fue diputado federal por esa formación.

 

En 1983, Valero fue embajador de México en el Grupo Contadora, una iniciativa multinacional para gestionar la paz en América central. La guerra civil en esa región llegó a su fin en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

 

La actividad de Valero  no fue grata al gobierno de USA, que interpuso toda clase de presiones para lograr su destitución. Finalmente Valero no pudo llegar a ser embajador de México en la URSS, donde todo el mundo diplomático lo esperaba. Durante el intervalo, Valero se dedicó a dar clases en varios centros de prestigio, entre ellos el Colegio de México. Finalmente, Vicente Fox lo rescató al nombrarlo embajador en Chile. Posteriormente volvió a la vida privada.

 

En la época del gobierno obradorista, fue nombrado embajador de México en Argentina, donde venía desempeñando un papel discreto. Ricardo Valero no cometió ningún crimen, ni despojó a nadie de su patrimonio. Pero cometió un error –tomar un libro de una librería, el Ateneo de Buenos Aires—y eso se castiga en estos tiempos con la remoción del cargo.

 

Dicen los que saben que es un tonto quien presta un libro, pero es más tonto quien lo regresa. Es un hecho mil veces repetido entre amigos, compañeros y simples conocidos. En realidad nadie lo considera un delito, mucho menos grave, pero en este caso ese hecho fue cometido nada menos que por el embajador de México en un país hermano.

 

La cancillería mexicana investigó si es auténtico el video donde aparece Valero tomando el libro de un estante, y salió sin pagar. Si Valero llegó hasta ahí, es porque ese libro le interesaba. Solo que, después de tomarlo, se fue sin pagar, y ese hecho deja muy mal parado el prestigio internacional de México.

 

De lo sublime a lo ridículo hay un solo paso. Y ese paso lo dio Ricardo Valero. Ahora su posición es indefendible. No importa el precio del libro, sino el hecho de sustraerlo sin permiso de los dueños, o sea robarlo (o al menos intentarlo). Ahora ya es irreparable el daño a su país, y desde luego a su propia carrera diplomática.

 

México no tiene un prestigio tan débil como para ser afectado por este simple hecho. Pero son las circunstancias en las que se produce, es decir, en el momento en que el gobierno obradorista ha lanzado un vigoroso movimiento contra la corrupción y el robo de bienes, lo que deja a Valero sin defensa alguna, sin argumentos.

 

Claro que Felipe Calderón se robó la Presidencia en 2006, y ningún gobierno del mundo dejó de reconocerlo. Y tuvo capacidad legal de sumir a México en un baño de sangre, durante el cual se cometieron miles de crímenes, en tanto los funcionarios públicos de su administración se robaron miles de millones de pesos de los recursos públicos. (Véase el proceso penal que se sigue a Genaro García Luna en USA).

 

Pero en la época de Calderón eran otros tiempos. Era el momento del agandalle. De robarse la Presidencia y hundir al país en un infierno, de dar rienda suelta a la corrupción y formar grandes fortunas amasadas con sangre, sin que pasara nada.

 

Hoy, en cambio, el gobierno de AMLO encabeza un movimiento nacional contra la corrupción, y debe dar el ejemplo para hacerlo creíble. Por eso no puede perdonar a personas como Valero, porque serviría de base para que los hipócritas dijeran: Mira, AMLO no castiga a quien se roba libros. ¡Doble moral de la 4T!  

 

Más que un acto de corrupción, el de Valero fue de una torpeza inaudita. Y en las actuales condiciones tiene un precio político. Y lo debe pagar. Y la prensa del chayote va a usar esa insignificancia para tratar de desviar la atención del cuatrero García Luna, detenido en USA,  porque eso sería una defensa periodística de su jefe y patrocinador, Felipe Calderón.

 

Y, como diría el novelista, esas son palabras mayores.

 

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

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