¡Ánimo! le compro la confianza a AMLO

 

 

Gerardo Fernández Casanova

Estoy encerrado; tengo 77 años; estoy en trance de dejar de fumar, padezco un efecto reflejo que me congela las neuronas de escribir si no tengo un cigarro encendido en el cenicero (que generalmente se fuma solo); mis escasos ingresos están por el suelo pero estoy vivo y con muchas ganas de seguir estándolo; me cuido suficientemente; leo más de 200 páginas diarias o resuelvo un ejemplar de la revista de crucigramas; sigo con cierta asiduidad la información general: la mañanera completa; Aristegui en Vivo igual; íntegra leo La Jornada; me atiborro de COV-19 virtual (sin contagio); me duele lo que le sucede a la enorme cantidad de gente que está obligada a salir para traer comida a la casa, los que han perdido su modus vivendi, los que están enfermos y tantos otros que sufren por la pandemia.

 

Observo con enorme tristeza y mayor coraje a los mercaderes de la desgracia, los que venden su dignidad y mienten, que se enriquecen al provocar el pánico; los que pretenden destruir al Presidente López Obrador mediante la difusión de rumores criminales; los que no tienen patria ni matria que defender y construir, sólo sus mezquinos intereses. Disfruto ver la forma como logran acumular descrédito y pérdida de público como agoreros a sueldo de quienes se han visto desplazados del poder y quisieran recuperarlo, aunque sea arrebatándolo “haiga sido como haiga sido”.

 

En este entorno disfruto el tozudo optimismo del Presidente López Obrador: “el pueblo es mucha pieza y sabrá sacarnos adelante de la adversidad”, la solidaridad es el mayor antivirus y la familia es la más importante institución de seguridad social. Contamos con el equipo humano de excelencia en materia de salud pública y la dirección política se somete a sus dictados, sin dar lugar a dudas ni hacer caso de voces ajenas o a rumores interesados. La información fluye con intensidad, claridad y cotidianidad (más vale que sobre y no que falte). Se convoca al encierro en libertad y la gente responde en alto grado; se rechaza cualquier suerte de autoritarismo y se privilegian los derechos humanos. La estrategia parece certera y, por lo menos hasta ahora, está funcionando conforme a lo proyectado; el optimismo no significa ocultar la gravedad del peligro, sino la confianza en nosotros mismos, virtud tan abandonada desde que  los tecnócratas made in Harvard, que sólo piensan en inglés, se hicieron del poder en México.

 

El optimismo tampoco niega la tremenda carga económica que se nos viene encima. El paro de la actividad económica mundial y local, el derrumbe de los precios del petróleo, la devaluación de la moneda, la recesión de nuestro principal comprador, la actitud entre timorata y chantajista de los inversionistas privados que pretenden regresar el reloj a los viejos tiempos de la corrupción y el dispendio. Todo ello es real pero no fatal, incluso el optimismo va por el camino de que la crisis acabe de dar por totalmente acabado el viejo régimen y surja una nueva economía sustentada en la base popular mexicana, con la operación del estado de bienestar. La realidad obliga a radicalizar esta opción como única y, además, coincide con el Proyecto Alternativo de Nación votado por la mayoría de la gente en 2018. Se fortalece y adquiere viabilidad ante el desastre  de la globalización imperialista.

 

Un elemento a considerar: en tres meses, la República Popular China, origen de la pandemia, ya la tiene bajo control, ayer sólo se registró una defunción y el número de pacientes recuperados supera al de nuevos contagios. Por su parte los Estados Unidos son hoy el país campeón en número de contagios y decesos y no se contempla un pronto arreglo, con un tremendo sismo en su economía de difícil recuperación. Europa entera está igual. El nuevo orden mundial está cayendo por su propio peso y afectará seriamente los modos de producción y de consumo, con más apego a los intereses de la mayoría y al cuidado de la naturaleza. Esta es nuestra gran oportunidad como país y como región latinoamericana, esta última con un verdadero terremoto para acabar con los Bolsonaros, Duques, Morenos y demás alimañas hijas de Donald Trump, quien ya perdió su reelección.

 

Es un honor estar con Obrador y una enorme fortuna contar con él. Ánimo que vamos pa’lante.

 

 

gerdez777@gmail.com

 

 

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