EL INE SE RESISTE AL CAMBIO

 

 

J. Rigoberto Lorence

El Instituto Nacional Electoral (INE) organismo que en otro tiempo fuera el instrumento para que en México se realizara el cambio político, se ha vuelto conservador, temeroso y renuente a admitir las transformaciones que el país reclama, sobre todo a partir del nuevo panorama de las fuerzas políticas nacionales.

 

Como heredero del IFE, el organismo actual ha ido generando nuevas relaciones políticas a su interior, y ha surgido una burocracia dorada que, por su naturaleza, no admite la necesidad de que algo cambie en su entorno. Sus directivos, por ejemplo, han promovido y logrado amparos contra la nueva legislación que establece un tope (nada despreciable, por cierto) de sueldos y salarios para sus directivos, convirtiéndose en los nuevos privilegiados del sistema.

 

El INE gasta cerca de 1 mil millones de pesos al mes, tanto en el mantenimiento de su estructura como en los grandes privilegios que ha acumulado y hoy se resiste a perder. Viáticos, ujieres, servidumbre, papelería, café, restaurantes, cafetería y hasta lavandería incrementan a diario el monto de una bolsa que no para de crecer, en un país donde apenas sobreviven millones de gentes miserables.

 

Como muestra de lo anterior, podemos citar la apresurada ratificación de Edmundo Jacobo Molina como secretario ejecutivo del organismo. Jacobo Molina viene fungiendo como tal desde 2008, cuando el país era gobernado por los partidos del Pacto por México, y su designación fue producto de un acuerdo cupular de los partidos que conformaban dicho pacto.

 

Las funciones del secretario ejecutivo consisten en el ejercicio de las partidas concretas que el organismo  destina a diversos rubros. Es el órgano ejecutor de las decisiones financieras del INE. Por lo tanto, maneja el presupuesto a su antojo,  contrata servicios, paga adeudos y determina la aplicación de los enormes recursos que la Federación pone al servicio del órgano electoral.

 

Un dicho mexicano señala que “el que parte y recomparte se lleva la mejor parte”. Pues Jacobo Molina es quien reparte las rebanadas de ese enorme pastel multimillonario. Se entiende pues, que sea el órgano más sensible no solo en el pago de los servicios, sino en el destino de las diversas asignaciones, empleos, dádivas y demás atribuciones de quien aplica la política general de gastos del INE.

 

Pues bien: a Jacobo Molina se le vencía el término de su gestión el próximo 10 de abril del presente. Solo que, antes de esa fecha, el 4 de abril, el órgano electoral tendrá un cambio en la integración de su Consejo General.  Una semana antes, el Congreso federal nombrará  4 nuevos consejeros electorales , de manera que habrá cambios sustanciales en la conducción de la política general del Instituto.

 

Lorenzo Córdova se adelantó a proponer la ratificación de Jacobo Molina, a sabiendas de que el nuevo Consejo del INE podría elegir a una persona distinta para el cargo. Porque si los nuevos consejeros no fueran tan “cordovistas” como los actuales, de seguro la secretaría ejecutiva pasará a otras manos. Y según la lógica parda de la élite dominante, perder el control de los dineros es perder todo, o casi todo.

 

Como se ve, las motivaciones de la dupla Córdova-Jacobo no son tan democráticas como se nos quieren presentar. Más bien se enmarcan dentro del esquema del manejo faccioso de los recursos que tanto fue criticado por la oposición en épocas pasadas, cuando en las elecciones el gobierno ponía la cancha, el árbitro, el balón y las tribunas repletas de fans deseosos de presenciar las derrotas de dicha oposición, sobre todo de la izquierda.

 

Un reconocimiento a los consejeros que votaron en contra de la propuesta facciosa: José Roberto Ruiz, Pamela San Martín y Adriana Favela. Ellos conservan aún el espíritu de quienes con su lucha y movilización, hicieron posible en México una transformación política que no tuviera como base la violencia.

 

LOS TEATROS DE LA BATALLA

Al llegar José López Portillo al poder  (1976-1982) el panorama político era desastroso. JLP fue candidato único, salvo la muy honrosa y simbólica candidatura no registrada de Valentín Campa a la Presidencia.

 

La batalla política se daba entonces  en las montañas de Guerrero y Oaxaca, y en las ciudades estremecidas por la lucha de grupos urbanos insurgentes (FUZ, CAP, UdeP, Liga 23 de Septiembre, etc.) No había debate político. Había sido cancelado por las matanzas de Tlatelolco y del 10 de Junio de 1971 en San Cosme.

 

Los consejeros políticos del presidente tenían presente esta situación. Y decidieron abrir camino a la participación política de la izquierda. Primero, decretando una Amnistía que se concretó en etapas, y luego promulgando la LOPPE, que abrió paso a los “diputados de partido”, para que la izquierda tuvieron representantes en el Congreso.

 

La crisis de este esquema estalló en 1988, cuando la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas fue obstruida por un IFE que presidía el propio secretario de Gobernación. Se inició un proceso de reformas consecutivas que trajeron como resultado los “consejeros ciudadanos” con voz y voto en las deliberaciones, acompañados de los representantes de los partidos que tenían solo derecho de voz.

 

Lo esencial, en esa etapa, era garantizar la autonomía del órgano directivo encargado de convocar, organizar, presidir y calificar los procesos electorales. Si no se conseguía establecer un régimen democrático, se corría el peligro de que la violencia política se desbordara de nuevo.

 

La última reforma volvió a designar a “consejeros electorales” con voz y voto, blindando de varias formas a los directivos del órgano comicial. El método de designación de dichos consejeros fue el arreglo cupular de los partidos, a quienes se otorgó un número de consejeros según la importancia de cada partido. Es el sistema actual de las “cuotas”.

 

Es natural, entonces, que si ha cambiado la correlación de fuerzas políticas, deba cambiar el número de consejeros que se otorga a cada partido. Y eso es a lo que teme el PAN, el PRI y las fuerzas de la derecha. Y desde luego, a la cúpula electoral conformada por la burocracia dorada, que se ha apoltronado en sus asientos para disfrutar sus abundantes ingresos y privilegios.

 

Lo que ha hecho Lorenzo Córdova, al intentar que su grupo se perpetúe en el control de los recursos del INE, es profundamente antidemocrático. Revela sus intenciones reales más que mil discursos. Y deja expuestos a los elementos facciosos para que la sociedad mexicana los exhiba, como paso previo a su defenestración.

 

A finales de marzo de este año veremos el perfil de los nuevos consejeros. Y lo más probable es que los días de Lorenzo Córdova como presidente lleguen a su fin,  y sus alfiles dejen el puesto a representantes de los sectores más progresistas del espectro político nacional.

 

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

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