Relevo generacional

GENERACIÓN REPRIMIDA

Gerardo Fernández Casanova

Recién cumplí 71 años y, como es natural, me pregunté si había tenido algún sentido vivir. Como también es natural me contesté que sí y mucho, pero me acomodé a ubicar la pregunta sobre  mi generación, la de los que nacimos en los cuarentas y éramos jóvenes rebeldes en los sesentas. Indudablemente, mi generación contribuyó a la democratización del país con el Movimiento del 68 que, de alguna manera forzó la apertura hacia una menos raquítica participación social en la cosa pública. También fue la generación que pagó con muertos y desaparecidos la osadía de soñar un México más justo y más libre, costo que resultó ser demasiado alto para una juventud golpeada y para una sociedad mediatizada.

Al asumir la presidencia de la república, Luis Echeverría aplicó la guerra de exterminio contra la guerrilla urbana y rural, que fue la  opción tomada por quienes, por la masacre del 2 de octubre, entendieron que la vía armada sería la única oportunidad de verdadero cambio en el país.  Al mismo tiempo optó por subirse a la ola del descontento con un discurso encendido de progresismo, rayano de izquierda, y con la incorporación de elementos jóvenes a su gobierno.   Creo importante tratar de entender esa fase de la historia reciente, tan oscurecida por las generalizaciones acríticas.

 A Echeverría le toca gobernar cuando el gobierno de Nixon vigoriza la política de seguridad nacional de USA, cuyo efecto hemisférico fue la cauda de golpes de estado que colocó bajo poder militar a la casi totalidad de naciones latinoamericanas, a fin  de abortar los brotes emancipadores de sus juventudes naturalmente cercanas a la Revolución Cubana. Echeverría reprimió y satisfizo las exigencias de los halcones del Pentágono. Los amigos sudamericanos le reconocen porque abrió las puertas para los exiliados, pero también  porque su represión resultó ser moderada en comparación con la brutalidad con que los militares la aplicaron en esos países.

En lo económico,  Echeverría se enfrenta al agotamiento del llamado “desarrollo estabilizador” ya entrado en fase de obsolescencia. En el primer año de gobierno se aplica un riguroso freno al gasto público para contener la inflación y se autorizan mejores precios a los productos del campo (azúcar y maíz). Por presiones del sector empresarial renuncia el secretario de hacienda (Hugo Margain) y se da un giro a la política económica dando rienda suelta al gasto público; el campo recibió importantes apoyos. Hubo inflación y endeudamiento pero el país creció.

Echeverría, que jugó el papel represor exigido por Washington, intentó dotarse de grados de libertad con su política de liderazgo tercermundista y la postulación de la Carta de Deberes y Derechos de las Naciones, así como su acercamiento con Cuba y Chile (el de Allende) y la recepción del exilio latinoamericano; hasta habló de antiimperialismo. Incluso actuó con independencia cuando, a raíz del embargo petrolero de la OPEP, se resistió a la presión por incrementar la producción local en los yacimientos de crudo ya entonces descubiertos. La respuesta imperial fue el retiro de capitales y la provocación de la devaluación, junto con una vigorosa campaña de desprestigio, a la usanza CIA. Echeverría no quiso dotarse de apoyo popular mediante una apertura a la democracia; prefirió la seguridad que le daba el control del aparato del PRI. La historia inmediata ha juzgado a Echeverría como represor y como destructor de la economía; izquierda y derecha coinciden en denostarlo, ni siquiera los priístas lo defienden, menos ahora que son neoliberales. Habría que profundizar el análisis  para recuperar la historia.

Independientemente de su causa,  la represión fue real y suficiente para cancelar las aspiraciones de mayor democracia y justicia. La juventud quedó marcada por el terror y no se volvió a registrar ningún movimiento estudiantil después del 10 de junio de 1971 hasta  1999 con la huelga en defensa de la gratuidad de la educación, que también fue “resuelta” con la intervención del ejército, y luego hasta 2012 con el efímero surgimiento de #Yosoy132.

Mi generación reprimida se agotó en un marasmo de terror; el individualismo derivó en un muy generalizado repudio a la política. Tocó a la siguiente generación el impulso a la democratización que dio lugar a la autonomía del IFE, el triunfo de la izquierda en el DF y la salida del PRI de la presidencia en el 2000. AMLO encabeza el siguiente tramo generacional y ya logró ganar la elección presidencial en el 2006, que le fue arrebatada fraudulentamente. Hoy pareciera que los espacios se cierran nuevamente; la dispersión de la izquierda ha permitido al régimen imponer sus reformas antinacionales y antipopulares; los jóvenes parecen de regreso en el conformismo. AMLO sigue vigente y crece pero debe propiciar el relevo generacional. Ya es hora y es urgente.

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