Bolivia, otra hazaña popular

 

 

Gerardo Fernández Casanova

Después de un año de soportar la violencia de un gobierno surgido de un golpe militar, el pueblo boliviano recupera el poder mediante un arrasador triunfo electoral (53%) del Movimiento al Socialismo (MAS) representado por el binomio formado por Luis Arce y David Cochehuanca, como Presidente y Vicepresidente respectivamente. Este resultado ratifica el logrado hace 12 meses por Evo Morales y Álvaro García Linera y que diera lugar al brutal golpe cívico-militar bajo el falso argumento de fraude, armado por la ultraderecha criolla, con la aviesa intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) y su secretario general Luis Almagro, en su calidad de nefasto lacayo de Donald Trump. La propuesta popular fue reprimida con lujo de violencia y fanatismo religioso cristiano (¿O sería islámico?), culminada con la imposición tramposa de Jeanine Áñez como presidenta provisional, torpe y fundamentalista. El gobierno mexicano pudo rescatar a Evo para trasladarlo y otorgarle asilo en México, con el acompañamiento del entonces gobierno argentino que, finalmente, lo acogió. El latinoamericanismo progresista reinstalado después de la debacle sufrida por los gobiernos  Barack Obama y su halcón Hillary Clinton.

 

Las fichas de la historia se reacomodan y los pueblos toman en sus manos la iniciativa, se sostienen en heroica resistencia como en Cuba, Venezuela y Nicaragua; tomando el poder como en México, Argentina y Bolivia, o movilizándose vigorosamente como en Chile, Perú y Colombia. Todo apunta a que pronto se podrá recuperar la fortaleza del afán emancipador en Nuestra América, también con la esperanza del retorno de Lula da Silva al gobierno del Brasil, actualmente en manos del fanatismo religioso y militarista de Jair Bolsonaro.

 

Ojalá se haya comprendido la lección: el progreso se logra junto al pueblo movilizado o se convierte en retroceso. Cuba y Venezuela, asediadas por el furibundo imperialismo gringo han logrado resistir estoicamente por la decisión de sus pueblos y de nadie más. Fidel, Raúl, Chávez y Maduro lo comprendieron y encabezaron las movilizaciones pero sólo el pueblo los ha sostenido con su entrega y su patriotismo. Todo indica que López Obrador tiene muy aprendida la lección y resiste el brutal embate de la oligarquía conservadora con la seguridad que confiere el respaldo popular, en la muy peculiar condición de convivir con la bestia a lo largo de 3200 km de frontera.

 

Por cierto, también en el norte sopla el viento. La juventud y las mujeres norteamericanas están exhibiendo un músculo reivindicatorio nunca antes visto; rechazando la brutalidad racista, supremacista machista y xenófoba del régimen político de la otrora maestra de la democracia. El orate que se ostenta como presidente amenaza con no reconocer más triunfo electoral que el suyo en los comicios del próximo 3 de noviembre, para convertirse en una república bananera de nueva generación. En los Estados Unidos toda la población está armada y los disturbios poselectorales podrán derivar en guerra civil, sólo les falta tener una embajada gringa que lo manipule. Al troglodita de Trump se le enfrenta la anodina candidatura del demócrata Joe Biden, cuya campaña electoral sólo se sustenta en los errores de su adversario pero que no entusiasma a nadie; al día de hoy es mayor el respaldo popular al viejo Bernie Sanders como referente de la juventud movilizada que la del burócrata impuesto en la candidatura por el stablishment de su partido, representativo de lo peor de la corrupción y la entrega al gran poder financiero y militar. Francamente, ni a cual irle.

 

Todo lo anterior denota el franco declive del imperio yanqui y, en su caso, el resonar de las campanas convocando a la emancipación de Nuestra América. Me parece que se juntan el hambre con las ganas de comer. Ojalá sepamos aprovecharla.

 

¡Que viva la hazaña boliviana¡ ¡Que vivan los pueblos de Nuestra América! Así sea.

 

 

gerdez777@gmail.com

 

 

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