Corrupción: Variaciones a partir de un mismo tema

 

 

Orlando Plá

La corrupción es un mal extendido por todo el planeta que provoca mermas al bienestar de la sociedad y sólo puede ser combatido con educación y transparencia.

 

Sin embargo, las estructuras de corrupción tienen formas diferentes y también generan perjuicios diferentes a la sociedad.

 

Es de una ingenuidad pueril considerar que los políticos entren al juego de las elecciones movidos por el interés de servir y totalmente desinteresados con respecto a los beneficios que puedan obtener. No niego que haya casos, pero realmente son poco frecuentes.

 

Las elecciones son procesos de inversión en los que participan muchos inversionistas interesados en una tasa de retorno que necesariamente tiene que ser mayor a la que ofrezcan otros proyectos de menor riesgo para que justifiquen la participación.

 

Al igual que los sistemas de control, la corrupción también se ha ido sofisticando hasta ser en algunos casos casi imperceptible.

 

En los países más desarrollados florece un tipo de corrupción en que, debido a las presiones de la rendición de cuentas que ejercen poblaciones escolarizadas e informadas, los políticos tienen que ser muy creativos para obtener beneficios. En estos casos, los políticos no pueden quedarse con parte del presupuesto, y ni siquiera pagarles más a empresas que realicen trabajos para el gobierno con el objetivo de exigirles una comisión, porque serían fácilmente detectados por los organismos de control. En estos casos, los políticos están obligados a concebir proyectos novedosos, que verdaderamente benefician a la sociedad y se pagan a precios de mercado, para entonces aprovechar en beneficio propio la información privilegiada que permite obtener ganancias mediante inversiones en acciones o bienes raíces que saben que aumentarán como efecto del desarrollo de los proyectos.

 

Para el resto de los países, este beneficio derivado de una participación en los mercados a través de una práctica indebida es imperceptible y como parte de que se está solucionando una necesidad social a precios de mercado, podríamos considerarlo una estructura de “corrupción eficiente”.

 

Pero esto sólo ocurre en los países que aparecen en los primeros lugares de transparencia.

 

En el resto de los países lo más frecuente es que la corrupción sea menos sofisticada debido a que existe menos transparencia en la información y menos conocimiento de la población para reclamar los desvíos.

 

En la mayoría existe un esquema que pudieramos llamar como “corrupción mediocre”, que se manifiesta en un amplio espectro de alternativas, desde la más grosera que es sustraer directamente parte del presupuesto impidiendo que se convierta en los bienes o servicios públicos para los cuales está destinado, hasta el emprendimiento de proyectos a modo sin gran beneficio social para obtener comisiones, pasando por la ubicación de individuos en diferentes cargos sin la capacidad debida para ejercerlos, de modo que en todo momento les quede clara la dependencia y lealtad hacia quien los ha ubicado.

 

Para que exista este tipo de corrupción los mecanismos de control deben ser suficientemente débiles como para ser neutralizados mediante la compra o amenazas que pueden llegar a ser extremas dependiendo de los niveles de impunidad.

 

Este tipo de corrupción mediocre, además de perjudicar al bienestar de la sociedad, daña significativamente las estructuras de eficiencia tanto empresarial como de gobierno.

 

El antídoto, como comentaba al principio, está en la transparencia y en la creación de organismos independientes que puedan analizar la ejecución del presupuesto para explicarla de forma simple a la sociedad, de modo que se conozca con precisión la forma en que se utilizan los recursos y el beneficio real que es posible atribuir a cada proyecto.

 

En la medida en que se desarrollan los organismos de control y crece la capacidad de la sociedad para comprender lo que hace el gobierno con los recursos que recibe a través de impuestos, se reduce el ámbito de la corrupción mediocre y se obliga a los políticos a nombrar a individuos capaces en los puestos de administración y a seleccionar de entre todas las opciones, aquellos proyectos que tienen la mayor rentabilidad social, por supuesto, respetando todas las restricciones legales, ambientales o de cualquier otro tipo.

 

El tercer tipo, que podemos considerarlo como “corrupción total”, lo ejercen aquellos gobiernos donde los políticos se esconden detrás de una supuesta moralidad o santidad, con la que convencen a los ciudadanos de que son tan puros, que no requieren de nadie que los supervise, audite o vigile. Este esquema de corrupción total requiere de control absoluto de la información y mínima capacidad de análisis en los ciudadanos que deben responder con absoluta fe a todo lo que indica quien tiene el poder. En estos esquemas no hace falta analizar la viabilidad de un proyecto si ya ha sido decidido por el líder, tampoco hay que evaluar cómo han fluido los recursos porque debe confiarse en que él los ha ejercido no sólo honesta, sino también eficientemente, y es imposible cuestionar la capacidad de los ejecutores, porque fueron seleccionados por él.

 

En los esquemas de corrupción total es imposible el progreso hacia una corrupción “mediocre” o “eficiente”, porque cada vez existen menos individuos que puedan recibir información, y hay menos capacidad entre quienes tendrían que analizarla, lo que genera una involución del sistema provocando que los ciudadanos sean cada vez más dependientes y menos capaces.

 

Mientras la “corrupción mediocre” hace tortuoso el camino hacia el crecimiento económico y el bienestar social, la trampa de la “corrupción total” congela a la sociedad y la introduce en una espiral regresiva en la cual puede sumirse por un periodo indeterminadamente largo.

 

 

Sobre Orlando Plá 20 artículos
Empresario y maestro en economía por El Colegio de México. Funcionario en Hacienda, Asesor del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. Profesor de FLACSO, ITESM y otros.

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