Del monólogo al diálogo

Perspectiva

Del monólogo al diálogo

 

Por: Rodolfo Becerril Straffon

 

En la radio escuche que para el evento Diálogos por Morelos del WTC habría camiones desde Cuernavaca y desde Jojutla para trasladar a todos aquellos que quisieran asistir. Después me enteré que la asistencia superó las 4,000 personas. Finalmente se publicitó que había habido más de 10,000 propuestas. Algunas de ellas: que se pague más a los policías, que haya más cámaras de vigilancia, que haya más capacitación, que se aumente el presupuesto de la fiscalía, que se perfeccione el sistema de justicia adversarial  (juicios orales), que haya mayor información y difusión, o que aumenten los servicios de asesoría social para seguridad. Dolores Rosales apuntó algunas más en su artículo alusivo. Lo mismo hizo Helena Noval y Teodoro Lavín. Sus perspectivas son  por demás interesantes. En lo personal desconozco las  otras 9, 900 y pico más  pero quiero suponer que con otras palabras, hubo repeticiones y que seguramente el listado ya depurado no rebasa las 50 propuestas concretas, incluyendo algunas de carácter legislativo. Concretas pero no originales. Hasta donde recuerdo lo que el gobierno dice que ha venido haciendo es lo que dicen las  mismas propuestas. En esto difícilmente se puede ser original. Quizá por ahí haya alguna propuesta o varias nuevas  entre las 10,000 que le sugieran acciones a la autoridad en la materia.

¿Cuál fue entonces el sentido de los Diálogos por Morelos? Sin duda político. El evento fue un foro para que el gobernador intentara  dar respuesta a muchas de las críticas que circulan. “Que no escucha”, “Que no corrige”, “Que no rectifica” Y entonces dijo:”Esta es la hora de escuchar, ésta es la hora de corregir, ésta es la hora de gobernar trabajando y escuchando” “Gobierno que no  escucha es un gobierno soberbio que está condenado al fracaso”. Habría que festejar que aunque ya pasaron 20 meses, el ejecutivo se haya dado cuenta de la necesidad de escuchar y de corregir. No faltó desde luego esa pretensión de que todo lo que se hace es único e inédito como dijo que fue el evento, pero pudiera ser alentador que hay un ánimo de rectificar.  Es cierto que el evento fue una respuesta también al que organizó la Universidad. En ese hubo mucha gente y es claro que en este   tenía que haber más. Por eso se pusieron  al servicio de la comunidad   los autobuses. Vale. En política se acciona o se reacciona.

Como quiera que haya sido algunos pudieron desahogarse, otros lograron algunos reflectores y unos más escépticos fueron a ver qué pasaba. El diálogo fue sin duda sui generis como en   la asamblea popular china que agrupa a 3000 representantes populares que por su número sólo se reúnen una vez al año. Quizá sólo para legitimar lo que una asamblea permanente de menos integrantes haya dilucidado a lo largo de 12 meses. Seguramente este tipo de encuentros habrá de continuar y el tema en las campañas del año que entra se recrudecerá. Pero ¿Cómo se va a medir el éxito del diálogo? ¿Qué indicadores se van a utilizar para medir si las propuestas sirvieron de algo? ¿Qué tanto costará esta rectificación, si la hay? ¿Bastara saber que disminuyó la realización de tal delito? Al tiempo. Y no se trata de cambiar la percepción como sugiere insistentemente el secretario de gobierno en su adelantada campaña política,  sino de cambiar la realidad. Si esta se cambia, cambiara también la percepción, pero contentarnos  con cambiar ésta sólo a través de los medios o  mercadotécnicamente, aun lográndolo, no servirá de nada. En este como en otros temas los juicios tienen que tener matices. Lo  digo porque es bien sabido que hoy crece lo que se conoce como democracia deliberativa según la cual la democracia centrada en el voto es reemplazada por la democracia centrada en el diálogo. Pero no pude dejarse de observar que la “opinión pública” y la “opinión publicada” son diferentes.  Lo que muchos medios- no todos- desean es escuchar el eco de su propia voz. El enojo sigue ahí. No está mal que se  les dé la palabra a todos pero cuidémonos de volver nuevamente al monólogo infructuoso.

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