“Miénteme más, que me hace tu maldad feliz”
Víctor Yturbe
Orlando Plá
Suponga que usted debe someterse a un trasplante de corazón, y le dicen que van a elegir a un equipo de cirugía por votación popular, que no se preocupe, que lo importante es que sea gente leal (¿A quién?), y la capacidad no es algo relevante.
Es casi seguro que usted pensará que es mejor tener a un equipo de buenos cirujanos, con probada experiencia y un buen historial de operaciones exitosas; y eso es aplicable a todas las disciplinas. Es imposible construir un puente que no se caiga con un equipo de “bien intencionados” que no conozcan de ingeniería, al igual que es imposible incorporarse al futuro de la inteligencia artificial sin saber matemáticas.
Si usted no es un experto en ingeniería aeronáutica o temas afines, es imposible que tenga una opinión coherente acerca de dónde debe ubicarse un aeropuerto o cuáles deben ser las regulaciones para garantizar la seguridad en los vuelos. Por tal motivo, en caso de emitir una opinión, ésta será emocional y no racional, lo cual, desde un enfoque económico siempre será ineficiente. Si usted se encuentra en el grupo de los que no pagan impuestos, no tendrá nada que perder con su decisión; pero si es de los que paga, su deshonestidad, por opinar acerca de algo que desconoce, terminará por afectar su bolsillo.
Las deficiencias culturales, generadas a partir de siglos de políticas públicas orientadas al beneficio de quienes las ejecutan, se manifiestan en múltiples ejemplos de la vida cotidiana, como puede ser el hecho de que se pague el doble por un alimento chatarra con respecto a uno.
Esas mismas deficiencias culturales hacen creer a los padres que no son responsables de los actos de sus hijos, y a buena parte de la población, que pueden esperar que un individuo “los saque de la pobreza”.
Aunque parece elemental, a algunos les resulta difícil comprender que si alguien, que no produce y no se sacó la lotería, empieza a repartir dinero en el barrio, es porque se lo quitó a otro, y salvo que tenga un número infinito de individuos a quienes quitarle dinero, lo cual es poco probable, el dinero se va a acabar, y con él todas las promesas que haya podido hacer con base en el dinero repartido.
Algunos prefieren confiar su futuro a la Fe, y niegan todo tipo de evidencias para aferrarse a una Fe que termina por convertirse en su única esperanza. Así existen muchos que se llenan de explosivos para estallar en una muchedumbre, mientras quien les inculcó la Fe, disfruta a una adecuada distancia.
Si repasamos la historia (entiendo que el fanatismo y la lectura no se llevan bien), es posible percatarnos de que Hitler, Stalin, y más reciente Castro y Chávez, siempre se declararon intérpretes absolutos y fidedignos de la voluntad del pueblo, por lo que les resultaba imprescindible eliminar cualquier otra interpretación, de modo que sus ideas pudieran ser el generador de las políticas públicas que, de modo impoluto, se ejecutaban para beneficio del pueblo.
Aunque es posible consultar las cifras oficiales para conocer la cantidad de muertos por la violencia, por el manejo irresponsable de la pandemia, por la desaparición del Seguro Popular y posteriormente del INSABI como supuesto sustituto, y también es posible revisar los costos directos e indirectos de la cancelación del aeropuerto, la construcción del AIFA, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, y verificar el destino de los sobreprecios que han tenido estas obras, muchos siguen aferrados a que todo va bien, con la única base de que antes tampoco estuvo bien, con el sentimiento de que si abandonan este barco, que ya sabemos que va hacia el fondo, se van a ahogar, reconociendo que lo que lo que verdaderamente evitan es aprender a nadar.
La experiencia de los países con democracias estables y avanzadas (sí, lamentablemente hay que leer), indica que el soporte del bienestar que gozan se encuentra en las instituciones, por lo que mandar “al diablo las instituciones” es casi seguro que nos conduzca al pasado, pero nunca al futuro.
También la historia de estos países nos muestra que sólo el cumplimiento de la ley es capaz de organizar a la sociedad y generar la certidumbre para que quienes quieren construir lo hagan con todas sus capacidades y quienes quieren destruir, se midan mucho para hacerlo.
Una vez más (es bueno leer para encontrar los ejemplos), la historia corrobora el viejo proverbio chino de que “El poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente”, por lo que resulta imposible concentrar todos los poderes en un individuo sin que existan suficientes encargados de la verificación de sus decisiones y actos, porque, asumiendo que tenga la mejor de las intenciones, el desconocimiento de alguna (en general muchas) materias, lo conducirá a decisiones ineficientes que, inevitablemente, pagamos todos.
Todos los populistas acuden a la falacia de que “El Pueblo” debe decidir; pero del mismo modo que “El Pueblo” no puede decidir si una operación de corazón está bien o mal hecha, tampoco puede decidir con respecto a la rentabilidad de los proyectos de obra pública.
Para eso se han creado los esquemas de “Democracia Representativa”, en las que el pueblo elige a individuos que lo representen, los cuales, a su vez, tienen equipos de asesores que explican al representante las consecuencias de las decisiones que van a tomar.
¿Qué falta? La rendición de cuentas.
Pero como el pueblo en general no puede interpretar los documentos preparados por los especialistas que asesoran a sus “representantes”, hace falta que existan otros especialistas con suficiente independencia para evaluarlos.
Si los enormes presupuestos que se dilapidan en propaganda que contamina las mentes y el medio ambiente, se destinaran a equipos de expertos en las universidades que evaluaran las propuestas y las explicaran en términos comprensibles a la población, estaríamos en capacidad de obligar a los políticos a diseñar programas coherentes y viables en lugar de “marear” a los ciudadanos con promesas que perfectamente saben que no podrán cumplir.
Empresario y maestro en economía por El Colegio de México.
Funcionario en Hacienda, Asesor del Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. Profesor de FLACSO, ITESM y otros.
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