NO INTERVENCIÓN EN VENEZUELA

 

 

 

 

 

J. R. Lorence López

Donald Trump, racista y xenófobo hacia adentro de USA, reconoció el 23 de enero al presidente de la llamada Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como nuevo presidente (en este caso encargado) de Venezuela, continuando con su política de agresión y poniendo al mundo al borde de una guerra cuyas consecuencias son, por lo menos, imprevisibles.

 

El presidente venezolano Nicolás Maduro reaccionó de inmediato, rompió relaciones diplomáticas con USA y lanzó una estentórea consigna: ¡Aquí nadie se rinde, carajo!

 

Así, el destrampado dirigente imperial continúa interviniendo en los asuntos internos de Venezuela, y da un paso adelante en las tensiones que hoy someten a la comunidad internacional a una ruta de posible colisión entre las grandes potencias. Es evidente que Rusia se alinea de manera decidida junto con la República Bolivariana.

 

La historia comenzó con el año de 2019. Apenas empezaba enero cuando en la capital del Perú, se reunieron los cancilleres del grupo de Lima, integrado por representantes de buena parte de los países centroamericanos, Canadá, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y el propio anfitrión, con objeto de hacer una declaración contra el nuevo gobierno de Venezuela.

 

En esencia, el propósito consistía en condenar al gobierno bolivariano, considerarlo ilegítimo y llamar a su desconocimiento por toda la comunidad internacional. Finalmente así lo hicieron, pero México se abstuvo de firmar ninguna declaración al respecto, aunque manteniéndose como miembro de dicho grupo.

 

En el fondo, el nuevo gobierno mexicano está retomando la aplicación de la Doctrina Estrada, formulada desde los años 30 del siglo pasado, y que se mantuvo como la doctrina oficial de la diplomacia mexicana hasta los años 90, cuando el neoliberalismo negó esa tradición y se adhirió a las políticas exteriores intervencionistas promovidas por USA.

 

Si queremos entender –e incluso criticar– esta doctrina, debemos remitirnos a sus orígenes. ¿En qué consiste la Doctrina Estrada? Veamos:

Primero: No Intervención de los gobiernos en asuntos internos de los demás países. La declaración de Lima era pues, intervencionista en los asuntos internos de Venezuela.

Segundo: México no reconoce ni desconoce a ningún Estado. El principio de autodeterminación de los pueblos estima que ningún país requiere el permiso de nadie para darse el gobierno que convenga a sus intereses, en ejercicio de su propia soberanía. Por lo mismo, el reconocimiento que Trump extiende al líder opositor es una clara injerencia en asuntos que solo competen a Venezuela y los venezolanos.

Tercera: México considera que los asuntos políticos internos de cada país son de competencia exclusiva de esos pueblos y sus gobiernos. México sigue reconociendo al gobierno bolivariano como expresión de la soberanía de su pueblo, según declaró el canciller mexicano, Marcelo Ebrard.

 

 

LA DOCTRINA ESTRADA EN LA HISTORIA

Estos lineamientos fueron formulados por el diplomático mexicano Genaro Estrada, básicamente durante la época del fin del maximato, en los años 40 del siglo pasado.

 

El gobierno del general Cárdenas aplicó esa política en relación con la República Española. En 1936, los militares franquistas se levantaron en armas contra el gobierno republicano, contando con el apoyo de dos potencias fascistas: Alemania e Italia.

 

México no solo condenó en todos los foros internacionales la intervención germano-italiana en los asuntos españoles, sino que envió oficialmente ayuda militar, consistente en más de 20 mil fusiles de fabricación nacional, para pertrechar a las tropas republicanas.

 

En los años 60, Gustavo Díaz Ordaz tomó la iniciativa de construir una región libre de armas nucleares, y consiguió la firma del Tratado de Tlatelolco, apoyada por gran número de países en su mayoría de América Latina y de Europa Oriental, partidarios de la desnuclearización del planeta.

 

El tratado se firmó en febrero de 1967, en la cancillería mexicana, y consiguió la adhesión de 33 países de la región. La reunión fue conducida por Alfonso García Robles, ilustre diplomático mexicano quien obtuvo posteriormente el Premio Nobel de la Paz en 1982. Se considera que este tratado creó la primera región del mundo libre de armas nucleares, y fue precursor de numerosos tratados regionales, en busca de crear zonas libres de ese tipo de armas.

 

El principio que animó a este tratado fue el conseguir que ningún país, por poderoso que sea, pueda imponer su voluntad al resto de las naciones, y esta política tiene base en los principios emanados del derecho internacional.

 

En su tiempo, José López Portillo tomó la iniciativa de llevar la paz a la región de Centroamérica, afectada por varios conflictos bélicos, y lanzó una iniciativa con el respaldo de Colombia. Posteriormente se unieron Panamá y Venezuela. La primera reunión de los cancilleres se realizó en la isla panameña de Contadora, por lo que el grupo recibió ese nombre.

 

Los documentos y acuerdos generados por este grupo sirvieron de base para que, posteriormente se realizaran negociaciones que llevaron la paz a El Salvador, por medio del Tratado de Chapultepec, firmado en el castillo mexicano de ese nombre en enero de 1992, y que puso fin a la guerra civil en ese país, la cual ya tenía una duración de 12 años.

 

Finalmente, el tratado de Esquipulas, firmado entre la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG) y el gobierno de ese país, puso fin en diciembre de 1996, a un conflicto de tres décadas, durante las que se cometieron las peores atrocidades contra la población de Guatemala.

 

Pero ya desde los años 90, con la consolidación en México del régimen neoliberal, se fue aplicando paulatinamente una política de abandono de esos principios, y en apoyo de la política intervencionista de USA, que tuvo funestos resultados en América Latina.

 

Hoy, con su voto en contra del intervencionismo en Venezuela, el nuevo gobierno mexicano retoma los principios que dieron lustre a nuestra diplomacia y gran prestigio internacional a nuestro país, convirtiendo además a México en protector de enormes cantidades de refugiados, principalmente de España, primero, y de Chile, a raíz del golpe militar de Augusto Pinochet.

 

Sin duda, tenemos una ilustre historia que estamos en vías de recuperar… ¡No a la Intervención extranjera en Venezuela!

 

Sobre Rigoberto Lorence 102 artículos
Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la UNAM. Militante de las organizaciones democráticas y revolucionarias de México desde hace unos 40 años. Ha impartido cursos de reportaje, redacción y otras áreas dentro del periodismo.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*