Veámonos en el espejo

Perspectiva

Veámonos  en el espejo

 

 

Por: Rodolfo Becerril Straffon

El politólogo italiano Giovanni Sartori dice que en época de paz, la política es una guerra de palabras. “Y la técnica de la guerra de palabras  es la de usar a favor  signos emotivos positivos, y para las partes adversarias, denominaciones con carga emotiva negativa”. En el entorno de relativa paz que aun priva en México, sin desconocer los inmensos brotes y hechos bélicos de Michoacán, Tamaulipas, Guerrero o Morelos, la guerra de palabras está en su pleno apogeo. Para el  gobierno federal,  la palabra emblemática es mover a México, entre otras cosas, ultimando las reformas, llamadas estructurales que el país necesita. Y como efectivamente es necesario que el país se mueva en el más amplio sentido de la palabra, tan solo para salir del estancamiento, el emblema tiene razón y cierto éxito. Para los opositores, las palabras emotivas como gobierno corrupto, traidor y apátrida y otras lindezas, también tienen éxito, en tanto, como sucede, haya corrupción, ineficiencia y tropiezos en la administración de la cosa pública.

Independientemente del tiroteo cotidiano lo que se le reconoce al gobierno es su pragmatismo. Con todo el desgaste en que ha incurrido, le ha sido posible procesar en el Congreso las llamadas reformas estructurales, estemos de acuerdo o no en ellas. A veces aliándose con la llamada izquierda (reforma fiscal) o a veces con la derecha (reforma energética), o a veces con parte de la llamada izquierda y parte de la derecha (telecomunicaciones). Y ese pragmatismo, curiosamente,  campea en otros lados.

El necesario pragmatismo fue aludido recientemente por el flamante Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, Pedro Sánchez, joven madrileño de 42 años que sustituye a Rubalcaba quien a su vez sustituyó a Felipe González, el primer presidente socialista en la España Democrática. Por su parte, el también recién electo primer ministro de Francia, Manuel Valls de origen catalán, pero crecido en el país galo, en una entrevista concedida al diario español El País, dijo: “la izquierda puede morir si no se reinventa y renuncia al progreso” y añadió que él  no se detendrá en la aplicación de  reformas que no hizo la derecha «por falta de coraje». Considera que  su misión consiste en hacerlas ahora pese a las resistencias de “corporativismos y rentistas” y del ala más izquierdista de su propio Partido. Asume que la globalización ha originado una crisis en toda la izquierda europea. Y que hay que poner a Francia en movimiento, (y) reformar.

El símil con lo que pasa en México es sorprendente. ¿De qué reformas habla el primer ministro francés miembro de un partido de izquierda?  De la reducción del déficit, del apoyo a la competitividad de las empresas, de reformas del Estado, de reformas territoriales, y de una  transición energética. Obviamente el sentido y alcance de la reformas que necesita Francia y México son distintas, pero no parece haber duda que en esos dos países y en España, y en muchos otros lugares, es necesario modificar el marco institucional, es decir las reglas del juego, para solventar el estancamiento económico que está detrás de los enormes problemas que padecemos. Se supone que las reformas tienden a posibilitar ese crecimiento. De los muchos aspectos de las leyes secundarias en materia energética, el que el Estado absorba el pasivo laboral de PEMEX y de la CFE  tiende a darle a esas empresas productivas el margen de operación que requieren para ser competitivas y dejar el lastre que en ese terreno padecen. Es obvio que la decisión de que esos pasivos se conviertan en deuda soberana es polémica pero tanto PEMEX como la CFE  saneadas al menos en ese aspecto, les permitirá estar en mejores condiciones de competencia y de inversión. Pragmatismo puro.

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