INTERVENCIONES EXTRANJERAS

 

 

 

Gerardo Fernández Casanova

En México estamos tan hechos a las intervenciones extranjeras que hasta un museo le hemos dedicado; por cierto muy incompleto: no incluye la invasión y la conquista española; de las gringas sólo alude a la Guerra de 1847, la invasión de Veracruz en 1914 y la punitiva de 1916-17 en Chihuahua y Coahuila; desde luego aborda la intervención francesa y el imperio de Maximiliano. Pero son muchos más los hechos injerencistas que el país ha padecido en su historia y que merecen ser reconocidos, aunque de ninguna manera en un museo, sino de preferencia en la cloaca de la historia

 

En realidad, poco para bien y mucho para mal, México ha sido un país permanentemente intervenido, al igual que el resto de los países de la América Nuestra. El mayor interventor y el más longevo ha sido el Vaticano que, con breves paréntesis de laicismo efectivo, ha estado presente desde la conquista española hasta nuestros días. El segundo interventor más importante es Estados Unidos, en un inicio con la bandera de la libertad y contra el oscurantismo clerical y monárquico; es indudable su benéfica influencia para el establecimiento de la república, aunque siempre con el doble objetivo de combatir la influencia europea y consolidar la propia, incluido el robo de más de la mitad del territorio; a partir de ello, nunca ha dejado de intervenir en los asuntos internos mexicanos en beneficio de sus intereses. También la Unión Soviética pretendió intervenir en México y su política con muy escasos resultados, no obstante los valientes esfuerzos de los comunistas mexicanos, cuyo partido no recibió registro sino hasta 1977.

 

Hoy mismo, dos de febrero de 2018, está de visita el jefe de la “diplomacia” gringa, Rex Tillerson. Su cometido no puede ser otro que el de ajustar y apretar las tuercas del destartalado régimen de Peña Nieto. En su portafolios trae la carta que le hicieran llegar los senadores Menéndez, Rubio y Kane, por la que advierten de la posible injerencia de la Rusia de Putin en el proceso electoral mexicano, supuestamente para ayudar al triunfo de López Obrador, tal como lo hicieron en su país para ayudar al blondo troglodita. Tillerson se da el lujo de advertir que Rusia y China han aumentado su presencia en la región, por lo que recomendó a los gobiernos de no caer en manos de nuevos poderes imperiales; o sea que sólo deben obedecer a un patrón, desde luego el que él representa. No faltaba más.

 

A ver quién se traga esta rueda de molino. Por lo pronto, el inefable Javier Lozano recién reincorporado al PRI, ya lanzó sus primeros ladridos sobre el tema. Ridículo. No podía el tecnócrata Meade haber escogido mejor vocero; el mismo que en la campaña de Calderón amenazó al coreano con el “coopelas o cuello” y que orquestó la persecución chicanera al Sindicato Minero y a su dirigente Napoleón Gómez Urrutia, entre muchas otras trapacerías. Menos mal que la guerra sucia electoral contra López Obrador la opera una ya muy conocida rata del alcantarillado. No obstante, hay que estar preparados para la andanada de consejos que pretenden desvirtuar la campaña electoral y el muy probable triunfo del proyecto del cambio y de López Obrador.

 

Lo que es de llamar la atención es el cinismo de quienes hacen la advertencia de la posible intervención rusa pero ignoran todas las otras intervenciones, particularmente la gringa, que no tiene empacho en erigirse en tutor indeseable del mundo, independientemente del partido y el presidente en turno. Peor aún la hipocresía de opinadores a sueldo del régimen que ponen el grito en el cielo ante tan absurda sospecha, con el avieso afán de impedir el cambio de régimen tan anhelado por tantos que pueden convertirse en abrumadora mayoría.

 

 

gerdez777@gamil.com

 

 

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